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Fotografía: Rodrigo Salinas Muñoz

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LLAY LLAY AL ROJO.

CRÓNICA PERSONAL DEL ESTALLIDO.

Carlos Miranda Rozas
Sociólogo. Magíster en historia

El 11 de mayo recién pasado se cumplieron 37 años de la primera gran protesta contra la dictadura de Pinochet. Convocada por los trabajadores del cobre tuvo un alcance y resonancia histórica, ya que superó con creces las expectativas de los convocantes y marcó un hito que dividió la historia de la lucha contra la dictadura, marcada hasta ese momento, por la organización clandestina, la supervivencia y los actos casi heroicos de protesta callejera que protagonizaban estudiantes, pobladores y militantes de partidos proscritos y perseguidos por el régimen. A partir de ese día las jornadas de protesta serían siempre masivas, con muestras de gran capacidad de organización y de lucha frente a los aparatos de represión que no dudaban en asesinar a mansalva, contándose a centenares los muertos que dejó la represión a dicha forma de protestar frente al régimen.

Quienes participaron en esas jornadas hicieron una contribución fundamental a la recuperación democrática en nuestro país, que aseguró, pese a todas las deudas pendientes, al menos la posibilidad de vivir sin miedo a morir por pensar distinto. Eso por si solo ya es suficiente.

Pero esta gran demostración de descontento popular se concentró principalmente en Santiago y otras grandes ciudades, y los luchadores sociales más antiguos nos cuentan que en Llay Llay la lucha contra la dictadura pasaba, en lo fundamental, por actividades clandestinas y de reorganización del tejido social, no sumándose nuestra ciudad de forma activa a las jornadas de protesta.

Recuperada la democracia las expresiones de descontento se limitaron casi siempre a demandas particulares de los gremios más organizados o demandas de carácter local, de modo que la protesta callejera en nuestro pueblo, siempre fue esporádica y de una masividad acotada, con la excepción de las luchas contra la instalación de la termoeléctrica de las Vegas, la lucha por el agua, la oposición a la expansión del monocultivo de paltos, los cacerolazos por la educación el 2011 y la gran concentración de mediados del 2019 en apoyo a los profesores.

Pero el resto del tiempo, quienes estábamos dispuestos a salir a la calle a manifestar nuestro descontento éramos siempre unas pocas decenas a las que se nos sumaban aliados eventuales dependiendo de la coyuntura. Por eso lo que ocurrió desde el 19 de octubre de 2019 nos sorprendió a muchos y aún hoy, en lo personal, me sigue sorprendiendo.

Durante la semana previa, algo había leído sobre los saltos por sobre el torniquete que protagonizaban estudiantes y por la tarde del viernes 18 de octubre, cuando me dirigía a mi trabajo en San Felipe, leí que la situación se estaba desbordando, pero cuando regresé por la noche a mi casa en Llay Llay, con mi familia vimos una película y me quedé dormido relativamente temprano. El sábado en la mañana cargué mi celular y alrededor de las 10 de la mañana vi que tenía múltiples llamadas y mensajes de WhatsApp sin leer. Todos sin excepción me hacían preguntas sobre algo que no entendía y unos cuantos me invitaban a marchas y caceroleos. Uno en particular me preguntaba si yo podía salir con mi gente en una marcha hacia la Shell. Seguí sin entender mucho hasta que mi compañera me llamó para decirme literalmente: En Santiago está la escoba.

Desde ese momento todo fue una vorágine. Con un ojo veía la televisión que no paraba de mostrar imágenes de incendios y de la llegada masiva de personas a la, hasta entonces, Plaza Baquedano. Con el otro ojo intentaba leer todos los mensajes que me llegaban, difundir por redes las convocatorias que se hacían e intentaba ponerme de acuerdo con los compañeros de siempre para salir a protestar.

Llegué a la plazoleta del Ancla pasadas las 18:10 y cientos de rostros desconocidos ya me advertían que se trataba de algo nuevo. Lo espontáneo de la expresión de protesta se veía en que no había nada preparado, nadie sabía una ruta, no había amplificación, etc. Todos salieron a protestar, pero nadie organizó. Luego de algunas vueltas por las calles céntricas la columna de miles de Llayllaínos se encaminó a la Shell y luego de unas horas, una masa alegre, desafiante y exultante se puso rumbo por una carretera sin autos, hacia el símbolo de un modelo basado en el abuso y los privilegios. La muchedumbre estaba compuesta por viejos, jóvenes y hasta niños, gente de diferentes estratos sociales, mezclándose con el único propósito de manifestar el descontento acumulado durante décadas.

El peaje en llamas, mostró el hastío de una sociedad que se rebelaba contra el abuso, la incomprensión y la arrogancia de una elite político – económica, que salvo, contadas excepciones, no prestaba atención a las necesidades más sentidas por la ciudadanía y que hacía la vista gorda frente a la colusión y el fraude de los poderosos. Probablemente la inmensa mayoría de los habitantes de Llay Llay, no avalan, ni avalarán la violencia ni la destrucción, pero ese día primó la idea de que solo el estruendo exaltado del clamor popular, podían sacudir de su modorra y sordera a quienes gobiernan este país.

A partir de ese día, la expresión callejera de descontento se hizo habitual y por varias semanas las marchas masivas fueron la tónica de la protesta, siendo el punto culmine de este despertar, la jornada de paro nacional del 12 noviembre de 2019, donde se protestó desde tempranas horas de la mañana hasta entrada la noche. Luego de manera lenta, pero sostenida, el movimiento se rutinizó y mermó su masividad, surgieron diferencias, cansancio, recriminaciones y todo lo que normalmente ocurre en un movimiento social de esta envergadura. Pero nuestro pueblo ya no es el mismo, surgieron distintas organizaciones, se sumó gente que nunca había participado, otros cambiaron de postura y la disposición a salir a la calle a manifestar el descontento se instaló de forma definitiva en miles de Llayllaínos.

Hoy nos estamos cuidando, el momento de la calle está en receso. No sabemos qué pasará mañana, pero una cosa es segura: El pueblo de LLay Llay ya no se conformará más con enterarse por televisión de los grandes cambios que vive nuestro país, ahora seremos protagonistas de esa historia.

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